La antigua astrología medieval árabe
determinó la correspondencia entre los diferentes signos zodiacales y
las diferentes partes del cuerpo, es decir entre el macrocosmos y el
microcosmos.
Aries: rige la cabeza, el lugar por el que el bebé llega a la vida, por eso, representa la fuerza del comienzo.
Tauro: rige el cuello y la garganta, los puntos de conexión que le permiten comunicar su interioridad.
Géminis: rige las manos y los pulmones, símbolos del paso del aspecto concreto a la cuestión abstracta.
Cáncer: rige el pecho y el estomago, marcando su carácter afectivo y nutricional.
Leo: rige la espalda, el eje que nos permite erguir la cabeza, la dignidad, el impulso que ilumina el camino.
Virgo: rige el intestino, cuya función es la de asimilar los nutrientes y desechar lo inútil y pernicioso para el cuerpo.
Libra:
los riñones están bajo el arbitrio de este signo, quien rige la
conexión entre la parte inferior con la superior del cuerpo humano.
Escorpio: domina los genitales, de ahí que sea un signo apasionado y profundamente conectado a los misterios de la vida.
Sagitario: rige la cadera y los muslos, partes que nos sostienen y nos permiten ejecutar movimientos.
Capricornio: domina las rodillas, cuya flexión nos permite el ascenso.
Acuario: El lugar sobre el que rige son las pantorrillas, los músculos que nos permiten saltar y, por eso, acercarnos al futuro.
Piscis: domina los pies, la parte que se conecta a la tierra y nos sostiene, mientras la cabeza nos conecta con el cielo.
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