Si miramos a nuestro alrededor constataremos que se prescriben de
forma muy diversa y no siempre rigurosa. A mi modo de ver estamos ante
una terapia seria y no ante un amable juego de sobremesa. Sin desmerecer
otras formas de prescripción, muchos apostamos por la entrevista
personal hablada, porque es la forma más fiable y ordenada. De esta
manera, el efecto de las flores se suma al valor terapéutico de la
entrevista en sí.
Para obtener los mejores resultados se requiere una cierta formación
en técnicas de entrevista donde se practique la escucha activa, o al
menos conocer algunos de los problemas más frecuentes que se dan en
estas dinámicas (transferencia, contratransferencia, etc.)
Por otra parte, queda claro que donde realmente se desenvuelve
óptimamente el proceso floral es dentro de un marco terapéutico
adecuado, donde exista una relación terapeuta/paciente de calidad, donde
se practique la escucha activa, se garantice la confidencialidad,
exista sintonía, y todo ello se desarrolle dentro de la ética
profesional. En este sentido, los sistemas diagnósticos que generan
desconfianza, o que no tienen en cuenta la entrevista con el paciente,
no consiguen involucrar a éste último en el proceso terapéutico y lo
sitúan frente a una especie de técnico que es "el que sabe", en un rol
prácticamente idéntico al de la alopatía.
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